Una conversación con un hombre de 91 años en un banco de plaza revela la esencia de una vida bien vivida: no grandes gestos, sino una ética mínima de cuidado y presencia. Una reflexión sobre el nihilismo responsable.

¿Se puede hablar de ética cuando no hay valores absolutos? Sí, pero sin pretender salvar al mundo ni dar sermones morales. La ética mínima es una propuesta práctica: no hacer lo que sabemos que duele, poner límites claros, respetar silencios y cuidar lo que importa. Aquí no hablamos de dogmas, sino de gestos pequeños que sostienen la convivencia: contestar sin teatro, cumplir promesas razonables, no proyectar tu vacío en los demás. En esta categoría exploramos cómo vivir con coherencia sin necesidad de grandes principios trascendentes. Una ética modesta, pero suficiente para no intoxicar más de lo necesario.
Una conversación con un hombre de 91 años en un banco de plaza revela la esencia de una vida bien vivida: no grandes gestos, sino una ética mínima de cuidado y presencia. Una reflexión sobre el nihilismo responsable.